sábado, 12 de marzo de 2011

Reincidencia


dejó sus cabras el zagal y vino.
ah libertad amada,
qué resplandor de vástago sonoro,
qué sabia oscuridad sus ojos mansos,
qué ligera y morena su estatura,
qué galanura enhiesta y turbadora,
qué esbelta desnudez túrgida y sola,
qué tamboril de niño sus pisadas.
dejó sus cabras el zagal y vino.
éste es mi cuerpo: laberinto, avena,
maduro grano que arderá en tus dientes,
esquila, choza, baladora oveja,
tecórbito y aceite, paja y lumbre;
entra a llamarme, a reprenderme, a herirme,
a serenar turbadas hendiduras;
baja, pupila de avellana, baja,
rústico centelleo, ráfaga de rocío,
colibrí travieso,
soy también tu ganado, ven, congrégame,
asido a tu cintura dulce ramo,
caramillo de azahares en mi boca.
..................................................................
y ante mis ojos,
como un tañido de frescura,
triunfal y apasionado desconcierto,
emergió de sus piernas a la tierra,
hacia todos mis dedos como galgos,
liebre espejeante, mórbida espesura,
el orgulloso endurecido bronce de su intocada parte
de varón;
estallido, mordisco, ávida lengua, montaraz pistilo,
novilúnido semen, dulzorosa penetración, pródigo arquero.
plenamar de su espasmo,
de su primer licor, abeja de oro,
se me quedó en el pecho, pecho a tierra,
un gemido de manso entre los árboles.
luego estuvimos mucho tiempo mudos,
vencedores vencidos,
acribillados, cómplices sobre las pajas ásperas,
él junto a mí, sonando todavía,
y yo, mi cara sobre sus genitales de salvaje pureza.

recorde que se olvida,
que no se dijo nada
más.

dejo sus cabras el zagal y vino
qué blanco, qué copioso y dulce vino.

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